Semana Santa 2014: Coge tu cruz y sígueme

Francis, de la comunidad Yakhetuthem ha querido compartir con nosotros su experiencia de Dios en Semana Santa, como parte del cortejo de Stmo. Cristo de la Redención, de Dolores de San Juan.

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Fotografía cedida por David Mancebo

Gente de parroquia como nosotros no podemos concebir que detrás de tanto oro, bordados, sones de cornetas… esté Dios. Es incoherente con el mensaje de Nuestro Señor. Nos parece un teatro, una puesta en escena mastodóntica, un gasto innecesario y una penitencia sin sentido.

Sorpresa para muchos, incluso en estos lugares donde prima el traje de chaqueta, la corbata y la apariencia de pertenecer a un estatus social más que aceptable; está Dios.

Dios se revela en estas cofradías y hermandades de muchos modos, pero lo mejor es que Dios usa a  estas personas que se niegan a seguir un estilo de vida similar al evangelio para revelar su mensaje.

Cuando una persona, niño o anciano, lugareño o extranjero pasea por el centro histórico de nuestra ciudad en Semana Santa percibe un bullicio especial, nazarenos por un lado, hombres de trono por otro… Cierto es que este ajetreo atrae a muchas personas y son muchos los jóvenes que poco a poco se unen a una cofradía, escuchan marchas durante todo el año y visitan incansablemente webs cofrades.

La clave es encontrar a algún cofrade que misione por estas personas que, aun disfrutando del incienso y soñando con mecidas, encandile a sus hermanos con el Mensaje de ese Crucificado.

Como todo niño fui bautizado y recibí mi primera comunión en mi barrio, e incluso continué en perseverancia, pero no era mi momento.

Gracias a estos hermanos, el Señor entró en mi vida y, poco a poco, mi fe fue madurando. Porque fueron muchos los años que mis padres me vestían con túnica roja, asistíamos a triduos y misas de nazareno, limpiaba barras de palio y colocaba la candelería para que el rostro de una dolorosa fuera alumbrado por 72 cirios perfectamente alineados. Todos estos quehaceres eran esenciales, pero Dios me pedía más, y que me acercara más a su misión, a la labor evangelizadora de un cofrade.

Esto suponía una gran dificultad, me creaba una gran crisis de valores y encontronazos sentimentales que no sabía gestionar.

Poco a poco buscaba mi escusa para encontrar un hueco, un espacio más íntimo para acercarme a esa Virgen, abandonar ese varal exterior que tantos hombres de trono anhelan y hablar con Ella. Sentir como te cae la carga de su trono y sentirte débil ante tanta grandeza, a la vez que sientes el cariño de mecerla y acompañarla en el dolor de la muerte de un Hijo.

Pero esto no era suficiente, porque una cofradía no es solo su día de salida, sino que tiene una vida interna que le imprime un caracter específico, una cualidad… Y yo tenía que disfrutar de una hermandad en la que basara su día a día en la ayuda al necesitado, en la oración y en el cuidado del culto y procesión de un imponente crucificado.

De este modo comparto mi corazón con dos cofradías, con la antigua y con la nueva, con la de mi familia y con la mía, con la escandalosa y con la de silencio, con la que sufro más que disfruto y con la que disfruto más que sufro.

He contemplado infinidad de personas y situaciones mientras realizo mi Estación de Penitencia, pero me quedo con una que os paso a contar.

Viernes Santo del 2013; tras el Cristo de la Redención cargo mi cruz en el lado que da al público, para que no me distraigan en mi oración. Al final de calle Santa María se paró el cortejo y coincido delante de un adolescente con parálisis cerebral sentado en silla de ruedas adaptada con cabezal acolchado y mucha espacticidad en su cuerpo, piernas totalmente estiradas y brazos encogidos, el cual presenciaba el caminar de esta corporación. De repente se altera; los espasmos se intercalan con pequeños gritos y la madre intenta calmar al hijo para que baje la voz, ya que esta cofradía es de silencio. La mujer, de rostro cansado, miraba intranquila de un lado hacia otro sin saber como controlar la situación mientras preguntaba reiteradamente a su hijo en voz baja, «¿qué te pasa?».

En este momento yo no sabía lo que hacer, si acercar mi mano al muchacho para que se calmara o quedarme quieto; si tocar a la madre para que que no se preocupara o quedarme quieto. Para ello tenía que apartar mi cruz y cargarla con el otro hombro. No sé si hice bien o mal, pero opté por quedarme quieto, observar entre el travesaño y cargar con mi cruz.

Tampoco sé lo que quería decir ese chico, si sentía miedo o alegría, si sentía dolor o simplemente quería decir: ¡mira, lleva una cruz!, ¿eso que significa?… o, por el contrario me quería decir: ehh, tú; mira las cruces que hay en el mundo.

Curioso, un hijo que sufre y una madre que lo acompaña, y una cruz. Un Hijo Crucificado y una Madre Dolorosa que lo acompaña, y una cruz.

Francisco José Peso Galván, comunidad adulta Yakhethuthem.


3 respuestas a “Semana Santa 2014: Coge tu cruz y sígueme

  1. Francis estoy asombrada,con la boca abierta y casi sin poder respirar.Cuánta belleza en tus palabras.Qué descripción de sentimientos .Muchas gracias por dar testimonio de tu experiencia como cofrade.

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  2. Gracias por compartir «De este modo comparto mi corazón con dos cofradías, con la antigua y con la nueva, con la de mi familia y con la mía, con la escandalosa y con la de silencio, con la que sufro más que disfruto y con la que disfruto más que sufro.» «Curioso, un hijo que sufre y una madre que lo acompaña, y una cruz. Un Hijo Crucificado y una Madre Dolorosa que lo acompaña, y una cruz.» Via Crucis de la vida misma.

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