En este año tan malo que nos ha hecho despedir a algunos a la fuerza, que ha ahondado la soledad de muchos, empeorado las condiciones de los que menos tienen, distanciado los besos y abrazos de las personas queridas, que ha teñido la atmósfera de malestar y desconfianza, que ha afectado, por qué no decirlo, también a la fe y vivencia comunitaria de otros… el tiempo fluye y vuelve a ponernos al inicio de un nuevo año litúrgico.
Es el Adviento, que desde nuestra fragilidad y vulnerabilidad, experimentadas este año como nunca, nos hace alzar la mirada, tantas veces vuelta hacia nosotros, para observar en la noche la luz del amanecer.
Te proponemos cultivar una sola actitud: evitar que el corazón viva encerrado de puertas adentro mirando tu pena. Ábrelo, estáte despierto, atento, y descubre en medio de la oscuridad las luces de cada día y empezarás en esperanza a experimentar la alegría. Descúbrelas y ofréceselas a los demás, que la necesitan mucho.
Sea cual sea tu situación ábrete como hizo María y alza la mirada a ese horizonte lleno de luz que ya se acerca ¿no lo notas?

