Camino y compromiso

Con las misas del Miércoles de Ceniza comenzamos las actividades de la Cuaresma, un recorrido que, como nos decía el padre Juanma en la homilía de la eucaristía vespertina «tiene como único objetivo que cada uno de nosotros se encuentre con el Señor al pie de la cruz, y que cada uno de nosotros, en el tiempo de Pascua, pueda encontrarse con Él, vivo y resucitado, como el Señor que nos da la vida».

Y es que como cada Cuaresma, tendremos la oportunidad de participar en numerosas actividades, retiros, oraciones comunitarias… «pero al final, si después de todo este proceso no nos hemos encontrado personalmente con el Señor, si no hemos estado con Él al pie de la cruz, si no hemos tocado a Jesús vivo y resucitado en los días de la Pascua, todo esto es para nada», añadió.

En ese sentido Juanma nos habló de las tres claves que nos marcaba el Evangelio del día (Mateo 6,1-6. 16-18) : limosna, oración y ayuno, pero no por lo que hagamos sino por lo que pase en nuestro corazón.

Limosna: lo importante no es el dinero que demos, sino si hacemos como hizo Jesús: sentir como propios los dolores de los demás, las penurias de los hermanos, los males que afectan a la humanidad. Se trata de estar atentos a las necesidades de los demás, ver en qué aspectos nos hacemos fríos a lo largo del año y convertirnos.

Oración: Debemos plantearnos cómo nos vamos a acercar al Señor, cómo vamos a ponernos a los pies de la cruz y tener un encuentro con él si no  hemos fomentado el hablar con él, el contarle nuestras cosas, como sólo lo hacemos con las personas a las que queremos, que nos importan. «Si le cuento mis cosas al Señor es porque lo quiero, porque me importa lo que Él piense de mí y estoy convencido de que me quiere tanto que seguro que va a hacer todo lo posible por ayudarme», nos decía Juanma, quien añadía que se trata de hablar con el Señor, no porque sí sino porque lo sentimos cercano, porque le queremos.

Ayuno: Se trata de quitar de nuestra vida lo que nos aleja del Señor; lo que nos distancia de los hermanos y hace que no les atendamos como deberíamos. La ceniza simboliza quemar en nuestras vidas lo que no es de Dios, con el fuego del Espíritu. «Este poner un poco de ceniza en la frente es apuntarnos al fuego, a la gran candela que quiero hacer en mí con todo lo que en mi vida no es de Dios, lo que me aleja de Dios».

La homilía finalizaba con una invitación a acercarnos a recibir la ceniza «con responsabilidad» y comprometiéndonos con el Señor «a ponerme en camino, a acercarme a Él y que Él se pueda acercar a mí, que es lo importante».

Un compromiso aceptado por las muchas personas que llenaron la iglesia y que -como anécdota- también provocó que durante la comunión hubiera que reponer formas consagradas. «A ver si el día de la confesión [Celebración del Perdón, el lunes 27 de marzo] también ocurre lo mismo», decía Juanma. Una invitación cordial a hacer camino juntos y a vivir cada paso desde el corazón.