Tratar el mundo de los hijos dentro de la familia es complejo, sobre todo por la amplitud de temas y enfoques que se pueden adoptar: por un lado puede verse por etapas de crecimiento y hablaríamos entonces de las diferencias entre la infancia, la adolescencia o la madurez; por otro lado, como rol dentro de la familia y su relación con los demás miembros de la misma; finalmente, podríamos acercarnos desde el punto de vista de las dificultades y problemas que surgen a lo largo de su desarrollo.
Algunas de estas cuestiones las hemos podido ver con anterioridad en otras películas de las que se han hablado. Es innegable que películas como Las Nieves del Kilimanjaro, Pequeña Miss Sunshine, Mi Pie Izquierdo o Big Fish tienen tanta riqueza que podrían servir perfectamente para ejemplificar algún aspecto concreto de la figura de los hijos en el cine.
El presente artículo nos servirá para tratar tan sólo otros de estos aspectos.
El Violinista en el tejado
Uno de los puntos más críticos de todo padre, cuando se enfrenta a la experiencia de criar y formar un hijo, es la de dotarlo de autonomía suficiente para que desarrolle sus capacidades en este mundo. Aquí, las diferentes corrientes o actitudes conllevan múltiples puntos de elección. Nos abordan sentimientos proteccionistas o tradicionales en algunos casos, en otros tendemos a ser más liberales y dar pie a que sea el propio hijo el que vaya tomando decisiones. Es inevitable, en la mayoría de los casos, estar influenciado por nuestra propia experiencia, a través de la cual intentamos inculcar un determinado comportamiento, que a la luz de nuestra mayor perspectiva de vida, se descubre como más positivo.
El violinista en el tejado, se trata de una película ambientada en una comunidad judía de la Rusia zarista, a principios del siglo XX, y cuenta la historia de Tevye, un pobre lechero de Anatevka que lucha por sacar adelante a su familia en el marco de las tradiciones judías.
Dentro de los múltiples temas que trata su rico argumento, quiero hacer hincapié en este artículo en la relación de Tevye con sus hijas, cada una de ellas más diferente entre sí.
Desde una educación y ambiente marcadamente tradicional, Tevye ve como sus cimientos se remueven cuando sus hijas deciden no tomar el camino que este les tiene preparado para ellas. El protagonista emprende entonces un recorrido en el que debe aprender a convivir con estas nuevas situaciones. Solamente el amor será capaz de moldear el corazón de Tevye.
Que hacemos con Maisie
Nos debemos a nuestros hijos, de igual modo que nos debemos a nuestra pareja, a nuestros padres, a nuestros amigos, a nuestros compañeros de estudios o de trabajo.
Todo esto requiere un equilibrio que no es fácil de mantener. Con una actitud vigilante nos enfrentamos cada día al reto de descubrir qué pide de mí el mundo a través de cada una de las personas de mi entorno.
Qué hacemos con Maisie es una película donde ese equilibrio está roto por completo. Y esto es así porque entran en juego actitudes como la envidia, el orgullo, el poder, el egoísmo…
La historia tiene lugar en Nueva York, donde la pequeña Maisie, de tan solo 7 años, se ve atrapada en medio del divorcio de sus padres. Su madre, Susanna, es una conocida estrella del rock, y su padre Beale, un comerciante de arte. Ambos quieren la custodia de la niña, pero sus circunstancias personales les impiden tener plena disponibilidad. Esto da lugar a una batalla donde Maisie será usada en muchas ocasiones como moneda de cambio, como arma arrojadiza, como cómplice emocional de los padres o como recurso para el chantaje.
Del revés
Podemos identificar como una experiencia vital de todo padre la de ir descubriendo el mundo de la mano de su hijo. Se crean lazos e interacciones por medio de los cuales los hijos van desarrollando su personalidad y su relación tanto con los elementos externos como con los internos.
Este proceso ha tenido una magnífica adaptación en el cine con lo último de Pixar, Del revés. Esta película nos introduce en la mente de Riley, una niña de once años cuya familia se traslada desde Minnesota hasta San Francisco. Sus sentimientos se ven zarandeados por un hecho tajante. Ahora deberá aprender a gestionar estas nuevas emociones y poder, de este modo, continuar con su vida.
El término madurar, que en muchas ocasiones se carga de sentido peyorativo cuando se usa para hacer referencia a una actitud que se encuentra fuera de sintonía, adquiere aquí su sentido más pleno y magnífico. Maduramos cuando somos capaces de cambiar algo en nuestra vida para que todo siga igual, o cuando somos capaces de asumir nuestros errores y aprender de ellos.
Al igual que en la película anterior, aquí estaríamos hablando de una cuestión de equilibrios, pero a diferencia de la anterior estos sentimientos se gestionan de una manera muy distinta.
Nos topamos con la realidad, asumimos los cambios, salimos fortalecidos y seguimos andando.
Seguiremos hablando, H. Llamas.