Nos pide el papa Francisco que “La Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios” (MV 17). La Parroquia quiere esforzarse en ello y os exhorta a que cada uno ponga de su parte para que este año verdaderamente pueda experimentar la Misericordia de Dios sobre su vida.
La entrega de Jesús en la Cruz solo podemos entenderla dentro de las actuaciones misericordiosas de Dios con su Pueblo, pero no como una más, sino como la máxima expresión del Amor llevado hasta el extremo. La Pasión-Muerte-Resurrección de Cristo rebosa amor, perdón, ternura, paz, en medio del peor de los suplicios. Al escuchar los Evangelios de la Pasión e imaginar lo que va ocurriendo uno se pregunta ¿por qué tanto dolor?¿y por qué ese rechazo y abandono a Jesús?¿qué le llevó a continuar hasta el calvario?¿Cómo pudo vivir ese martirio sin rencor?¿qué clase de amor puede perdonar desde la cruz a los verdugos? Y no encontramos otra respuesta más que el dinamismo del amor misericordioso e infinito de Dios por los hombres, que Jesús siente y hace suyo: “En este mismo horizonte de la misericordia, Jesús vivió su pasión y muerte, consciente del gran misterio del amor de Dios que se habría de cumplir en la cruz”(MV7).
No dejemos por tanto que esta Cuaresma pase como una más. Vayamos al desierto de nuestra soledad y silencio para poder escuchar lo que los ruidos de la vida y los aparatos tecnológicos no nos dejan, el sonido de nuestro corazón a veces herido por las contrariedades de la vida o por nuestro propio pecado. Es ahí donde su misericordia quiere llegar, para perdonarte y repararte.
Y pidamos a Dios avanzar por el camino de la conversión y entrar por la puerta de su misericordia (con sus obras corporales y espirituales), pidámosle sobre todo su mirada y sus gestos de ternura, hasta que experimentada en nosotros sepamos asumirla como propio estilo de vida.
Solo entonces llegaremos a ser misericordiosos como el Padre.