Javi Muñiz, voluntario de Cottolengo, nos cuenta su experiencia, además de un breve testimonio de un miembro de la casa.
Desde hace ya muchos años, nuestra parroquia está comprometida con la Casa del Sagrado Corazón, conocida popularmente como «Cottolengo», aunque la casa ha cambiado mucho desde entonces.
Fue fundada por las hermanas de la Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús para, con su particular carisma basado en la total confianza en la Divina Providencia, acoger a las personas más desamparadas, lo que hizo que se ganaran rápidamente la simpatía de la ciudad.
Esta Institución ha cuidado y querido, junto con los voluntarios procedentes de muchos rincones diferentes (dentro de los cuales nos incluimos) a cada residente de la casa y a ésta en sí misma. Pero por la falta de vocaciones, las hermanas decidieron cesar su acción en nuestra provincia, por lo que pronto la Institución se reunía con el Ayuntamiendo de Málaga y la Diócesis para buscar juntos una nueva solución que permitiera a la casa seguir acogiendo a los más necesitados, aunque sin las humildes manos de las hermanas.
Tras tantear varias soluciones, finalmente la dirección de la casa pasaba a manos de Cáritas Diocesana, quien desde el año pasado, ha seguido acogiendo a personas que requieren ayuda.
En la casa conviven hoy en día muchas personas con muchas características diferentes. La pluralidad en muchas ocasiones genera conflicto, pero es sin duda enriquecedor para la casa. Viven juntas personas con problemas físicos (ciegos, paralíticos…), problemas psíquicos (parálisis cerebral, alzheimer…) y personas mayores con los propios inconvenientes de la edad. Por lo que Cáritas hace un gran esfuerzo atendiendo las necesidades individuales de cada residente.
Los voluntarios que hemos conocido el «antes y el después» de la casa notamos el cambio que ha experimentado. Es cierto que el carisma y el procedimiento en muchos casos no es el mismo, pero sin duda las necesidades siguen existiendo (e incluso me atrevería a decir que ahora están mas patentes que antes) y Dios sigue siendo el motor primero del proyecto.
Y esas necesidades muchas veces no son más que una pizca de atención, cariño y humanidad. Y a eso nos dedicamos (o lo intentamos) los voluntarios la tarde del domingo: nuestra labor no es más que servir y amar al prójimo de la manera que Jesús nos invita en el Evangelio. Así que partiendo de nuestra pequeñez, cada voluntario hace lo que puede sin olvidar que nuestra labor es con Dios, de Dios y para Dios.
En obras más concretas, nos dedicamos a escuchar y acompañar a cada persona y para ello tenemos que conocerlos y saber qué necesitan (hay personas que buscan conversación, otras quizás jugar al ajedrez o al dominó y otras simplemente compañía). Además, ayudamos a servir la cena, recogemos el comedor, limpiamos los platos, cambiamos pañales, lavamos, acostamos a algunas personas, y echamos una mano en cualquier cosa que se nos pida, desde ayudar con la ropa limpia hasta decorar la casa en Navidad. Pero siempre teniendo presente que nuestras manos no son más que humildes instrumentos para servir al Señor y al hermano.
Tratamos de hacer más fácil y más «normal» la situación de los residentes, y para ello también realizamos salidas, como ir a ver la cabalgata de Reyes, tronos en Semana Santa, visitamos museos, vamos al cine e incluso fuimos un día a la feria. Otros días, simplemente salimos a pasear por el barrio u organizamos actividades dentro de la casa, como fiestas de disfraces, montamos un karaoke o jugamos al bingo.
A mí particularmente me limitan mucho mis miedos y mis inseguridades, porque no es una tarea fácil acercarse a todos los miembros de la casa, ya que cada uno tiene su particular carácter e historia, pero mi motivación es pensar que cada vez que hago una buena obra a algún residente, por muy humilde que sea, es al mismo Jesús a quien estoy atendiendo, y esto hace que mi mirada sea diferente.
Insisto en que no se nos exige profesionalidad. No hay que ser el voluntario perfecto, simplemente hacerlo humildemente, con amor, teniendo presente que es un proyecto de Dios e intentando poco a poco superar nuestras propias limitaciones.
Así que desde aquí invitamos a todas las personas de la parroquia que quieran venir a conocer un poco la casa y su realidad a acompañarnos un domingo. Los voluntarios y todos los miembos de la casa te acogerán con los brazos abiertos.
Javi Muñiz.
Hola, me llamo David. Soy un residente de la Casa del Sagrado Corazón desde niño.
Los voluntarios se dedican a ayudar a los abuelos, abuelas y jóvenes. Se dedican a nosotros. Hacen dinámicas, ayudan a los abuelos y a las abuelas a acostarse. Vamos al cine y a cenar o traen meriendas. Jugamos al bingo, a las cartas y se disfrazan.
Son todos alegres y simpáticos y hacen cine en la residencia y la hacen más divertida.
La Casa del Sagrado Corazón fue fundada en la Playa del San Andres en 1965. Somos conocidos como los medallita, aunque más como Cottolengo.
También practicamos el baloncesto.
David Fabre. Residente de la casa
Y gracias a David por hablarnos de lo que hacen nuestros voluntarios en Cottolengo
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Muchas gracias a Javi por este hermoso testimonio que él nos pone suyo y del resto de voluntarios de nuestra Parroquia en Cottolengo.. SIEMPRE ADELANTE en esta tarea hermosa de ayuda a los necesitados de Cottolengo.
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Muchas gracias por la labor que desarrollan en el Cottolengo,donde se encontrarán cada vez que vayan con el rostro del Señor.
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JAVI, gracias a tu comentario todos sabrán que no hay «otros encargados» que nos separen de nuestros hermanos y que permitan escaquearse de una obligación, primero humana y solidaria, y en segundo lugar divina y cristiana que se llama OBRA DE MISERICORDIA.
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