Alejandro Linares, de jóvenes 5, ha asistido a la convivencia Discipulado junto con 3 miembros más del mismo grupo y dos jóvenes de la Comunidad Juvenil Yo Voy. Él ha querido compartir con nosotros su experiencia de Dios en estos días. Gracias por hacerlo. Os dejamos su testimonio.
Volvimos, con un verano de por medio, a la casa de Jerez, esta vez para recibir la convivencia Discipulado. Una experiencia mucho más madura, más profunda, y, en definitiva, más cristiana y más de Dios.
El número de personas era más reducido, y éramos recién conocidos la mayoría, pero eso no impidió crear un clima familiar, mucho más que en otras ocasiones donde hay más gente. Las tardes y mañanas de reflexión en grupos, precedidas por trabajos individuales, normalmente se prolongaban unos minutos más de los previstos, por las ganas de compartir todo lo que teníamos dentro con nuestros hermanos.
Esto no acababa aquí. A la habitual celebración del sacramento del perdón y la Eucaristía del viernes, se añadió una Adoración, donde se produjo uno de los momentos más emotivos de la semana: todos leímos delante del resto una carta que escribimos a Jesús esa tarde, en la que relatábamos al Señor nuestros sentimientos, incluso esos más íntimos, y que normalmente no solemos contar a muchos. Para mí, otro momento clave fue la paz en la misa; normalmente solemos dar besos y abrazos como parte del ritual, como una costumbre en esa celebración, pero esta vez fue diferente: el amor de Dios estaba realmente entre nosotros, y cada abrazo era una muestra de él.
Dios, además, en esta convivencia, nos regaló el poder presenciar la primera comunión de Sebas, que la recibió delante de nosotros, y que nos llenó a todos de felicidad casi tanto como a él.
Todo esto acompañado de momentos menos reflexivos, que también hemos sabido aprovechar al máximo con bromas, juegos, chistes y muchas conversaciones aparte, derivadas de los grupos de reflexión.
La casa de Jerez siempre es un lugar especial, y si a ello se le suma gente especial, y un contenido que subía varios escalones de profundidad y sinceridad con uno mismo (y con Dios) con respecto a otros encuentros, el resultado de esta suma es una experiencia mucho más de Dios, más fuerte y profunda, que ayuda ser mejor discípulo de Jesús y a cuidar ese deseo de autenticidad que queremos en nuestra vida en base a lo que Él nos pide.
Alejandro Linares, Jóvenes 5.
Estos testimonios nos ilusionan y nos sacan de la rutina peligrosa de lo que «hacemos siempre así desde …» .Muchas gracias
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Muchísimas gracias por compartir tu experiencia del Discipulado con los demás.
Tu Párroco hermano:
Francisco de Paula Piñero y Piñero
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