Diecinueve jóvenes, cuatro ciudades y lío del bueno

Desde este lunes vivimos unos días especialmente bulliciosos en la parroquia, con el Campamento de Verano de los Sagrados Corazones. Los responsables son 18 jóvenes, 19 si contamos a Tomás Esquerdo sscc, al que conocimos (y disfrutamos) en su etapa de prenovicio, y que ahora viene al frente de este grupo que, como pedía el Papa Francisco, hace lío. Del bueno. Y mucho. Tanto, que cuesta agendar un ratito libre con ellos para que nos cuenten algo más sobre cómo están viviendo su estancia en Málaga. Al fin encontramos tres participantes y un hueco de cinco minutos entre el final de una charla y el inicio de una adoración a la que seguirá otro rato de faena –no paran- preparando la verbena benéfica del viernes y el campamento estival para los niños de nuestros barrios, en el que trabajarán la próxima semana.

De momento los siete primeros días los dedican a esos preparativos y también al voluntariado, que se reparte entre el Cottolengo, por las mañanas, y la iniciativa de Cáritas Diocesana Calor y Café.  En este último lugar y bajo la guía de integrantes fijos del programa como David y Paco, sirven la cena a las personas sin hogar. “Y también tenemos la oportunidad de compartir calor humano, de hablar con ellos y charlar sobre su vida” explican. Un camino que recorren con amor y disponibilidad, acompañando a los interlocutores en los rodeos que a veces necesitan. “Vemos que algunos llegan con poca energía, sin ilusiones”, señala una de las voluntarias. Otro joven añade: “notas la tristeza y en algunos casos prefieren hablar de otros temas, así que empezamos por cosas que puedan animarles, como el fútbol o cualquier otra cosa que les interese, y te das cuenta de que es la mejor forma de ir conociéndolos mejor hasta que finalmente se abren”. Se trata de transmitir esperanza, afirman. “Intentamos ayudarles, pero también ellos ayudan”.

Las charlas formativas ocupan buena parte de la tarde. Las imparten personas que se dedican al trabajo social, profesores que ofrecen testimonio y comparten experiencia de su trabajo con los peques… Después llega el ratito de adoración y, como se decía al principio, la preparación de las actividades del campamento infantil y de la verbena. Todas estas horas juntos han hecho que los jóvenes, que no se conocían entre sí en la mayor parte de los casos, hayan desarrollado una unión muy profunda en apenas cuatro días. “Justo lo hablábamos en una reunión de comunidad: la complicidad que se ha creado entre la gente de Málaga y de las tres ciudades de las que venimos: Madrid, Barcelona y Sevilla”, comentan.  Alguien añade: “todos estudiamos en colegios de los Sagrados Corazones [o formamos parte de parroquias animadas por ellos] y aunque no conozcas personalmente a todos sí has oído hablar de uno o de otro. Pero hacer este tipo de actividades une muy rápido”. Y van sumando ideas en las que todos están de acuerdo: “el nexo de todo es el Señor. Lo que hacemos se enfoca en trasladar la palabra de Jesús y llevarla a nuestro trabajo. Ayudamos y nos ayudamos nosotros mismos. Somos herramientas de Dios, y en todo contamos con el acompañamiento de Tomás y de Juanma [nuestro párroco].

Llega el momento de poner nombres a las voces que se entreveran en esta historia: Marc, Ana… y otra Ana. “Hablamos en nombre de todos”, insisten desde el principio. Una muestra más de cómo han hecho comunidad pese a las pocas jornadas transcurridas, a sus distintas procedencias y a sus diferentes experiencias vitales. Porque ante la pregunta de por qué, no hay respuestas transferibles. La primera: “Para mí no existe un verano si no hago algo relacionado con la congregación o con trabajar por los demás. Tengo que hacerlo. Durante el curso lo tengo muy fácil: catequesis, comunión… pero en vacaciones es un abismo en cómo cuido mi fe o me entrego a los demás porque no tengo catequesis o no estoy con mi comunidad, así que en cuanto empieza el verano sé que algo tengo que hacer”.  La segunda: “en mi vida he participado en voluntariados pero llevaba tiempo sin hacerlo, sin ayudar a otras personas. Te das cuenta de que has pasado mucho tiempo pensando sólo en ti mismo, así que esto para mí es un inicio, un punto de partida para seguir haciendo cosas similares en el futuro”. Y la tercera: “creo que durante el año no tenemos tiempo suficiente para cuidar la relación con Dios como quisiéramos. Por eso es importante hacer este parón de dos semanas para dedicárselos a los demás y a Él”.

Tres reflexiones que dan mucho en qué pensar y que comparten con la misma generosidad que lleva a estos 19 jóvenes a regalar al mundo sus dones, su alegría y su tiempo.